domingo, noviembre 06, 2005

Mil y un libros

Ayer en la tarde me di el tiempo para visitar la 25º Feria Internacional del Libro de Santiago. Si bien la Cris fue el gran motivo para hacerlo, no fue el único. Como casi todos los años, siento curiosidad por ver si podré encontrar realmente algunas novedades o, sinceramente, algunos precios pensados para este tipo de eventos. La verdad es que no fue así. La oferta es la misma que uno encuentra habitualmente en las librerías de Santiago. Sin embargo, hay excepciones. Aunque lo leí hace muchos años, "La mil y una noches" es uno de los libros que más he disfrutado y que más recuerdo. Por lo mismo no pude evitar la tentación de adquirir (a un precio bastante atractivo) una edición de tres tomos, con la versión íntegra e ilustrada de esta obra. Digo "íntegra" porque la versión más conocida, es la censurada, donde las protagonistas son las aventuras de héroes como Simbad o Alí Baba.

Este libro, uno de los más importantes de la literatura oriental, y cuyo autor nadie conoce, apareció en Europa a fines de la Edad Media, y de su primera traducción al francés derivan gran parte de aquellas que conocemos. Durante este proceso, se perdieron todas las descripciones a la activa vida sexual de los personajes que en ella aparecen, a sus adulterios, y a diversos hechos de sangre que ocurren en la obra. Sin embargo, por muy niño que uno sea, algo de esto se intuye al leer la edición "para el colegio".

Para muestra, un botón, juzguen ustedes mismos:

"Abrióse de repente una puerta reservada del palacio del Sultán y salieron 20 esclavas y 20 esclavos, en medio de los cuales se adelantaba la Sultana con atuendos que, desde luego, la hacían sobresalir de las demás. Esta princesa, pensando que el rey de la Gran Tartaria había ido también a cazar, permaneció cerca de las celosías del aposento de este príncipe, el cual, queriendo observar la escena por curiosidad, se colocó de modo que podía verlo todo sin ser visto. Advirtió que al llegar a la fuente de aquél jardín se desnudaron y mezclaron todos. Y, súbitamente, la mujer del rey gritó: ¡Oh, Másud! y en seguida se acercó a ella un robusto negro que la abrazó. Ella se abrazó también a él y entonces el negro la echó al suelo, boca arriba, y la gozó. A tal señal, todos los demás esclavos hicieron lo mismo con las esclavas. Y así siguieron largo tiempo, sin dejar de besarse y de copular y de cosas semejantes hasta el amanecer. ¡Masúd, Masúd! gemía la reina al esclavo, que no le daba tregua."